Como institución, el Deportivo es signo identificador que supera los límites de la ciudad y las fronteras y el océano que nos rodea. Los avatares de sus competiciones trascienden a los propios jugadores, para convertirse en parte de los sentimientos colectivos de los ciudadanos, que ganan y pierden, y sufren y se alegran y participan sin pisar el césped del campo de juego.
Comprenderéis que no se trata ahora -no es oficio del Rector por muy aficionado que sea- de narrar la crónica de la historia del Deportivo, sino de resaltar la dimensión social que esa historia proyecta. En la de esta ciudad queda registrada la riada humana que encauza periódicamente cada partido, y esas otras movilizaciones extraordinarias en las que se ha manifestado espectacularmente la autoestima profunda y legítima de estar aquí enraizados. La concentración ciudadana en la "Plaza Mayor" de esta ciudad hace muy pocos años fue, quizá, con la relativa a la capitalidad, la más numerosa y no la menos espontánea.
Honramos a una institución deportiva. El deporte, y en particular el fútbol, se ha convertido en una manifestación social, cultural y económica, de primera magnitud. Y los deportistas de élite -como los del Super Depor- asumen el papel de mitos de la sociedad actual y constituyen puntos de referencia -en positivo y en negativo- para las jóvenes generaciones.
Con el Deportivo esta Universidad firmó un convenio para el intercambio de experiencias en la docencia y el deporte, que abarca un amplio abanico de actividades que implican a la Universidad como institución y a centros como el INEF, la Escuela Universitaria de Fisioterapia y la Facultad de Ciencias de la Salud.
Desde hace cuatro años se organiza en torno a las vacaciones de la Semana Santa un "campus de fútbol", para "as crianças" de profesores y personal de la Universidad y también abierto a la sociedad, al que generosamente prestó su nombre uno de los jugadores aquí presente.
La Universidad de A Coruña tiene entre sus carreras la Licenciatura en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, en el INEF, Centro adscrito con un cuerpo prestigioso de profesores y un número significativo de promociones de Licenciados, que esperamos se configure pronto como un Centro propio de la universidad.
El deporte centra también buena parte de las actividades de nuestro Servicio de Extensión Universitaria, que tiene en el corazón del campus de Elviña su infraestructura central. Más de cinco mil alumnos, integrados en doscientos equipos de distintas modalidades, se inscribieron el año pasado en las actividades que organizamos desde el Club Deportivo. Estas son algunas de las razones que explican el acuerdo adoptado en su día por el Consejo de Gobierno de la Universidad y que hoy hemos cumplido.
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La Universidad como institución de educación superior no es ajena al deporte. Nos lo ha recordado el Parlamento y el Consejo de Europa al decidir que el 2004 sea el Año Europeo de la Educación a través del Deporte. Se ha pronunciado -cito textualmente- sobre "la utilización de los valores educativos del deporte en la mejora de los programas educativos y, sobre todo, de la educación paralela, por medio del establecimiento de una mayor colaboración entre las organizaciones educativas y las organizaciones deportivas". Andamos, por tanto, en la buena dirección.
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En este acto, además de dejar constancia de la relación entre las dos instituciones, parece propio del oficio universitario reflexionar sobre el sentido más profundo que justifica nuestra decisión. Pienso que no resultará improcedente para quienes viven el fútbol, sobre todo cuando uno lee en un periódico de información general correspondiente al día de ayer "este partido reprodujo la vieja teoría italiana de la especulación".
Me permitirán, por ello, que acuda a una ya antigua lectura de uno de nuestros más conocidos filósofos -Ortega y Gasset- en su ensayo sobre "El origen deportivo del Estado", para reforzar la propia opinión sobre la importancia social del deporte y, por tanto, también de sus protagonistas, como los que hoy honramos. El filósofo no es conocido como deportista y sin embargo en su especulación se atreve a "considerar la actividad deportiva como la actividad primaria y creadora". Actividad desarrollada con esfuerzo, nos dirá -"la vida plena nos aparece siempre como un esfuerzo"- pero que se hace por la deleitación de hacerlo.
En el caso de los profesionales del deporte ese esfuerzo -que sólo es libre y superfluo para el aficionado-, es también esfuerzo "obligado" porque constituye un trabajo profesional. Esfuerzo que exige "ejercicio de entrenamiento", con sus consecuencias y limitaciones. Expresión -askesis- que, referida inicialmente a los atletas de la antigua Grecia, acabó extendiéndose a otros ámbitos.
Los valores no son ajenos a la formación integral que la Universidad debe procurar. Pueden encontrarse en la actividad deportiva, como acaba de mencionarse. La que se realiza en equipo ofrece algunos más. Para que la trainera avance rápidamente es preciso mantener un equilibrio en los bancos, remar al tiempo y contar con un patrón que guíe. La metáfora me exime de concretar sobre un equipo de fútbol, como de referirme a la Universidad.
De otra parte el pluralismo del vestuario o del Claustro, ha de armonizarse para lograr el éxito de la institución a que se pertenece, de los colores que se portan y se defienden, por decirlo en términos deportivos. Es otra enseñanza del deporte como escuela.
La periodicidad de los encuentros deportivos y la alternancia, más o menos imprevista, de éxitos y derrotas ayuda a una cierta serenidad de ánimo. "El fútbol -se ha solido decir- es cada siete días", aunque ahora el período es a veces más corto. En todo caso, esa sentencia que podría ponerse en boca de un personaje de Shakespeare o traducirse en un poema de Rabindranath Tagore, -"si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no dejarán ver las estrellas"- contiene una medicina para el engreimiento, cuando las cosas ruedan bien, y el abatimiento, cuando ruedan mal. La misma vida del deportista profesional, intensa y encasillada temporalmente, suministra motivos para la reflexión como pueden ofrecer los escritos de los clásicos de nuestro Siglo de Oro, sobre "la caducidad de los bienes de fortuna".
La primera percepción de la característica social del fútbol se adquiere al comprobar que se organiza en una asociación, que tradicionalmente adopta el nombre de "club". Su origen explica muchas características que no deberían perderse con una vestidura jurídica societaria. Personalmente, no me atrevo a sostener la audaz afirmación del filósofo anteriormente citado de que el "club" es "más antiguo que el hogar doméstico"; pero sí puede certificarse que el "club" llega de alguna manera al hogar. Y es que el "club de fútbol" conlleva una necesaria proximidad, que se concreta en lo que llamamos "afición" (hinchas, hooligans, tifosi, adeptos o torcedores, etc.).
El fútbol influye en el lenguaje y a través de él conecta con multitud de ámbitos de la actividad humana. Un profesor de Filología de esta Universidad publicó hace unos años un trabajo sobre el "lenguaje del fútbol", en los medios de comunicación.
Se utilizan imágenes de todo tipo. Las hay bélicas "el Estadio es un fortín", "la tropa deportivista"; los "contendientes demuestran que son candidatos al título"; del último partido en Riazor se habló de un "contraataque letal". El juego puede ser "ofensivo o defensivo", hay tácticas o dispositivos tácticos ("el Depor volvió a sacar provecho de una jugada de estrategia"). Los defensas son "torres", un delantero puede ser "cañonero, pistolero, bombardero", que, naturalmente, lanza "disparos, cañonazos o misiles". (Así el domingo, "el obús se lo puso en la bota X y el cañonero del Depor demostró ...).
Otras veces las imágenes proceden del mundo animal: los jugadores son "depredadores del área"; se mueve como un felino "si es portero- o perro de presa" si es marcador. Toda la fauna está representada y del equipo entero llega a decirse que se "desmelenó".
Los jugadores hacen de todo: "los blanquiazules abrieron la caja de los truenos" o son artistas que dan "pinceladas de alta escuela". Hay metáforas para todos los gustos -nunca mejor empleado el término- y así: el estadio de fútbol puede ser "una olla a presión" y la portería una cocina ("se metió hasta la cocina, pero Molina pudo rechazar su disparo"). Del buen apetito de un jugador se dice que se come el balón, o que a un equipo se le atraganta otro. Los jugadores pueden dedicarse a "un peloteo insulso o sirven en bandeja" un gol, e, incluso puede llegarse a una auténtica borrachera de buen futbol y goles, en un partido que fue el "plato fuerte" de la jornada.
Por lo que se refiere al terreno que me es propio -el Rector juega en casa-, se habla de "exámen", de "reválida", de que el equipo "aprueba", de que tal jugador "sentó cátedra" o que es un "consumado maestro" de los lanzamientos a balón parado y en las jugadas de estrategia, o que dio "un pase magistral".
Se especula con el balón, se tiene o no claridad de ideas, hay o no definición o sistema o esquema, y tantas y tantas otras expresiones que proporcionan materia para el estudio y la investigación además de para el ocio y el descanso necesarios en la sociedad en que vivimos.
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Queridos amigos. Este es -decía al principio- un acto universitario de reconocimiento a una institución deportiva con la que nos sentimos identificados. Esta ciudad, liberal y acogedora, abierta y solidaria, encuentra fuerza en las instituciones que la vertebran. Honramos hoy a una de larga trayectoria a la que, por afición y con afecto, deseamos un nuevo recorrido glorioso.
¡Forza Depor!. Teño dito.
** Discurso del Rector de la Universidad de A Coruña en el acto de entrega de la Medalla de Oro de la UDC al Real Club Deportivo de La Coruña S.A.D.


