El club coruñés se había revestido de una aureola fatalista en aquellos años, tras varios intentos de ascenso a la máxima categoría frustrados in extremis del modo más cruel (casi siempre en Riazor). Hasta el más ambicioso de los aficionados blanquiazules firmaba entonces el retorno a la elite nacional para luchar en la zona baja de la tabla con la ilusión de retrasar lo máximo posible el momento de desempeñar el papel de equipo ascensor que la historia le había asignado.
Pero la prodigiosa década de los noventa superó cualquier expectativa. La esperada lucha por la permanencia se transformó en el primer título de Copa, dos Supercopas de España, una presencia en semifinales de la Recopa, además de dos segundos puestos y dos terceros en la Liga. Y esta increíble trayectoria culminó el año pasado con su triunfo en el que actualmente está considerado como el campeonato nacional más importante del mundo.
El deportivismo está viviendo como algo cotidiano un hecho absolutamente extraordinario: codearse temporada tras temporada con los gigantes Real Madrid y Barcelona. Es cierto que los buenos resultados han permitido al club coruñés firmar jugosos contratos televisivos y de otra índole que propician incrementos paulatinos en sus ingresos anuales. Pero aún así, el título de Liga llegó solo con un tercio del presupuesto de los dos colosos nacionales. La gestión no ha podido ser mejor. Este mismo año, Betis y Atlético de Madrid descendieron con presupuestos superiores al de la entidad herculina.
El Deportivo no puede reforzarse con las estrellas más rutilantes del panorama futbolístico. El precio de estos traspasos y el de las fichas de los jugadores está solo al alcance de clubes con Barcelona, Real Madrid, además de algunos ingleses e italianos especialmente. La entidad coruñesa intenta compensar esta constante desventaja adquiriendo jugadores que apuntan pero aún no están consagrados, y por tanto su coste es asumible, con la esperanza de que se hagan grandes vestidos de blanquiazul. También ha optado por contratar un alto número de futbolistas de un nivel medio para disponer de la suficiente profundidad de banquillo que permita hacer cambios sin que se resientan demasiado de las prestaciones del equipo.
Pero para que esta obligada estrategia funcione, es imprescindible acertar casi siempre con los fichajes. De lo contrario, no es posible mantenerse tan arriba. Por eso resulta hasta gracioso escuchar con tanta frecuencia que el Deportivo dispone de tantas figuras como el Barcelona y Real Madrid. Si en verdad los futbolistas blanquiazules son tan fantásticos, ¿dónde estaban los grandes para no haberse hecho con sus servicios a un precio mucho más bajo que el de la mayoría de sus adquisiciones?
Manuel Pablo era un desconocido cuando llegó desde una U.D. Las Palmas en Segunda División. Emerson no triunfó en la categoría de plata con el Tenerife. Donato, hoy al borde de la cuarentena, fue fichado hace ocho años porque ya no valía para el Atlético, al igual que, en su día, Romero para el Valencia. Fran ha iniciado su declive. Víctor es un descarte del equipo blanco y jugaba en el Racing de Santander. Makaay se incorporó procedente de un C.D. Tenerife con el que había descendido a Segunda y sólo es internacional con asiduidad desde que viste de blanquiazul, y aún así no es titular en la selección holandesa. Tristán todavía no se ha enfundado la camiseta del equipo nacional y Pandiani se estrenó con Uruguay hace unas semanas. Incluso Djalminha, la supuesta perla, lleva años sin actuar con la canarinha. Hasta Mauro Silva era un jovencito casi desconocido en España cuando se incorporó en 1992. Enfrente están Hierro, Raúl, Figo, Roberto Carlos, Frank de Boer, Kluivert, Guardiola, Overmars, Luis Enrique, Rivaldo...
Y hablando de Rivaldo, no está de más recordar que se incorporó al club coruñés la misma temporada en que otro brasileño, Giovanni, fichó por el Barça, ambos por el mismo precio y sin ser entonces grandes figuras. Si constatamos qué ha sido de ellos, se ve quien acertó. Pero el club catalán pudo reparar su error con sólo ir de pesca a Riazor y rascarse un poco más el bolsillo. Para el Deportivo, haber fallado en una operación de tanta envergadura para su mucho más modesta tesorería hubiera sido catastrófico.
El Deportivo ha participado esta temporada por primera vez en la Copa de Europa y también ha hecho historia al convertirse en el primer debutante que alcanza los cuartos de final con el actual formato de competición. En un torneo donde pesa tanto el palmarés, el novato conjunto coruñés ha sido capaz de apartar de su camino a Juventus, Milan, Hamburgo y Paris Saint Germain. Es cierto que dio la sensación de poder llegar más lejos, pero pagó un mal día en un campeonato que no perdona errores. En todo caso, se despide con sólo tres derrotas en catorce partidos, las mismas encajadas hasta el momento por el actual campeón, el Real Madrid, en el mismo número de encuentros.
El Deportivo constituye un caso prácticamente inédito en los últimos tiempos. Un equipo que llevaba casi 20 años lejos de la máxima categoría y que representa a una ciudad que no alcanza los 300.000 habitantes se vio casi de repente en la lucha por objetivos que nunca llegaron a imaginarse sus más fieles seguidores, por cierto muy escasos durante el periodo más oscuro. Pero lo que más llama la atención y lo que quizá tiene mayor valor es haberse mantenido arriba durante prácticamente una década de forma casi ininterrumpida.
Acostumbrados a ver en las últimas temporadas al Deportivo entre los grandes, es fácil olvidarse de que estamos ante un caso excepcional. ¿Qué nos parecería ver casi de golpe al Salamanca o al Oviedo, por ejemplo, con un status como el que ahora disfruta el club coruñés, y mantenerlo durante años? El Alavés, con su extraordinario éxito en la Copa de la UEFA, está en el camino. Pero aún precisa escalar algunos peldaños en la Liga y prolongar la situación varias temporadas. Para el fútbol español sería de lo más saludable, porque desde 1984 sólo el Atlético de Madrid y Deportivo, en una ocasión cada uno, han interrumpido la monótona alternancia de triunfos madridistas o azulgranas en el campeonato nacional.
Bien harán las nuevas generaciones de deportivistas, los que sólo han vivido los tiempos felices del club, en disfrutar cada minuto de este milagro deportivo y guardar las imágenes en el recuerdo para cuando se afronten peores días, que tarde o temprano llegarán. Y, sobre todo, no hay nada mejor que tener siempre presente lo fácil que resulta incurrir en el error de algunos nuevos ricos, que enseguida olvidan su procedencia.


