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Los toques de Futre, en Marca: Lendoiro merece una estatua en La Coruña

Como es natural, siempre deseo que gane el Atlético de Madrid. Por mis venas corre sangre rojiblanca. Es el club que llevo en el corazón. Ahí, en la ribera del Manzanares, en el Vicente Calderón, he pasado 10 años de mi

Deportivo y Atlético se enfrentaban en Riazor cada uno inmerso de lleno en su lucha particular en el campeonato de Liga: los gallegos peleaban por asegurar la permanencia en Primera, mientras los colchoneros lo hacían por firmar el acceso a Europa.

Al contrario que otros encuentros en los que también he tenido sentimientos enfrentados, como los duelos Atlético-Oporto o Atlético-Sporting de Lisboa, en los que había jugado en ambos equipos, nunca he estado en el Deportivo.

En este caso, en el del conjunto gallego, el motivo es algo que está por encima de los colores de cualquier club de fútbol: la amistad que me une a mi querido amigo Augusto César Lendoiro, un gran Presidente, pero todavía mejor persona. Es el último de los mandatarios carismáticos que están hechos de otra pasta, como también lo era Jesús Gil.

Lendoiro fue el pionero en ser presidente profesional de fútbol, dedicándose íntegramente a la gestión del club, cuando la  mayoría de dirigentes anteponen sus empresas particulares, algo, por otra parte, muy lógico y normal. A finales de los años 80, cogió al Deportivo en Segunda División y, una década después, lo convirtió en el Super Dépor.

Llevó al equipo gallego a tocar el cielo. No hay que olvidar que el Dépor disputó la semifinal de la Champions League de 2004, ganó la Liga en 2000, levantó dos Copas del Rey... Por esto y por mucho más, por un duro y constante trabajo en la sombra, hace ya mucho tiempo que Lendoiro se merece que le hagan una estatua en A Coruña. Y no hablo en sentido figurado, lo hago totalmente en serio.

Con la crisis económica, el Deportivo se ha visto muy afectado, tal vez uno de los clubes que más. Aún así, ha ido tirando del equipo en la medida de lo posible, así que sólo un milagro mejoraría lo que ha conseguido en estos últimos años tan difíciles. Al final, ocurra lo que ocurra, bajen a Segunda o sobrevivan en Primera, la afición deportivista debería estar muy orgullosa del gran presidente que tiene.

Al Dépor le deseo toda la suerte del mundo para que logre la salvación, pero en realidad anoche quería que venciese el Atlético. Quedaban 15 puntos en juego y a estas alturas cada 90 minutos son determinantes. Para lograr la victoria los rojiblancos debían salir con el mismo espíritu que la semana anterior frente al Levante, aprovechando la racha de Kun para acercar el sueño europeo. Agüero marcó, el Atlético ganó y la Europa League ya está a un sólo paso.