El jumbo del Barça pilotado por Van Gaal logró despegar del Bernabéu; pero el comandante holandés no funciona ni con el automático y ha metido a su equipo en una zona de turbulencias que augura un aterrizaje dramático. Pide ahora a la hinchada culé que le eche mucha espuma en la pista del Camp Nou para no estrellarse contra el Chelsea y se entrega a las azafatas de la plantilla para salvar el pellejo, después de haberlas tratado como a esclavas y obligarles a escribir en una libreta más de un millón de veces: «Sí, buana». Mal asunto.
El dueño de la compañía bandera, Josep Lluís Núñez, ha reunido al G-1 -un gabinete de crisis integrado sólo por él- y a sus teóricos asesores les ha ordenado la búsqueda de la caja negra si se produce la tragedia. Y es que el mandamás azulgrana busca coartadas antes que verse obligado a utilizar un pasaporte del fantasmagórico principado de Sealand para eludir las acciones sincronizadas de la Agencia Tributaria y de los cholitos de la oposición que lo comparan al irreductible y chanchullero Fujimori.
El Madrid ha viajado toda la temporada en avión hélice con Anelka de pirata aéreo y con destino siempre muy incierto. Indultado el gran autista francés por imperativo legal de Lorenzo Sanz, que necesita ponerlo en el escaparate antes de bajar la persiana, resulta que el díscolo delantero fue casi determinante en un partido clave para generar más ilusiones.
Si sonó la flauta y el pito de Mejuto en La Romareda, ¿por qué no puede suceder lo mismo en Old Trafford frente al Manchester?, se pregunta la hinchada de Chamartín. El Madrid puede alardear -sorpresa, sorpresa- de ser el equipo que menos partidos ha perdido, pero los empates se cotizan poco en esta Liga extraña y compulsiva donde ya circulan de tapadillo los maletines.
La Real Sociedad del crecidito Clemente no necesita incentivos adicionales para animar el cotarro el próximo domingo en su visita nada protocolaria a la nerviosa A Coruña. Clemente, que humilla a los franceses de Tarifa, no perdona ni a los vascos.
Jabo Irureta también es vasco y concibe el fútbol de forma tan conservadora como el ex volcán de Barakaldo que cree haber entrado en erupción sólo por el mero hecho de haberle tocado la cara al devaluado e histriónico Luis Fernández.
